lunes, 19 de junio de 2017

UNA VENTANA AL PASADO

Giró la llave en la oxidada puerta de fundición y al abrirla emitió ese “chirrio” agudo y molesto propio de las mejores películas de terror.

- Suena como la puerta de un cementerio ¿estás seguro que has comprado esto?

Ante nosotros una vieja casa indiana de finales del siglo XIX, un jardín totalmente descuidado, en el que se adivinaba entre la maleza alguna escultura mutilada. La fachada de la casa estaba llena de desconchones y alguna contraventana a punto de caer. El tejado medio hundido. De nuevo miré a mi compañero y le dije.

- Se parece a la casa de "El orfanato" – bromee - ¿será seguro entrar ahí?

- La estructura está en perfecto estado y el interior está mejor de lo que piensas… ya verás.

Palacio de Partarríu (Llanes). Casa donde se grabó "El Orfanato".
Por un momento dudaba de si mi decisión de entrar en aquella casa en ruinas era la correcta, pero esperaba conseguir mi recompensa. “El sótano está lleno de botellas” – me había dicho para convencerme de que le ayudara en la tarea de limpieza y selección de todo aquello que contenía.

La casa llevaba abandonada desde finales de los años 90 y sus últimos inquilinos habían dejado bastantes de sus pertenencias, así que la casa podía estar repleta de tesoros, sobre todo en ese sótano.

Sorprendentemente el interior estaba en bastante buen estado, era como si se hubiese detenido el tiempo, los muebles y enseres, aunque cubiertos de polvo estaban dispuestos como si todavía estuviese habitada.

Fijé mi vista en el mueble del recibidor:

- Por ese mueble conseguirás entre 1.000-1.200 € vi el otro día uno igual en el programa de Drew Pritchard (*) 

(*) Maestros de la restauración (Salvage Hunters), donde Drew Pritchard experto en antigüedades y objetos exclusivos recorre Inglaterra en busca de verdaderos tesoros que vender en su tienda de antigüedades.

- ¿En serio? ¿Vale tanto?

- No, es broma…no vale nada, para tirar. Empecemos por el sótano, quiero ver esas botellas de las que me has hablado.

En verdad, el sótano era digno de ver, los antiguos inquilinos lo habían convertido en un verdadero bar. Hasta habían montado una pequeña barra. Lo más interesante se encontraba en una de las paredes donde un botellero esculpido en la pared contenía un buen número de botellas. Empezamos a sacar una a una.

Creo que no ha habido suerte… vino cosechero y barato de hace más de 20 años… dudo que ni siquiera se pueda beber.

Esperaba encontrar alguna botella de cerveza, algún tesoro que incorporar a mí “Baúl de las Cervezas” con varias décadas encima. Aquel lugar hubiera sido un lugar perfecto para su conservación, pero como suele decirse “mi gozo en un pozo”, ni siquiera una sola botella a la que le pudiese extraer una etiqueta para ampliar mi colección.

Seguimos recorriendo habitación tras habitación seleccionando aquellos muebles y enseres que todavía podían estar en buen uso y aquellos que no lo estaban los fuimos sacando al jardín.

En realidad, ya había perdido la esperanza de encontrar nada de interés en aquella casa. Entramos en una de las habitaciones del último piso, una habitación que en tiempos debió pertenecer a algún joven, así lo atestiguaba dos posters pegados en la pared…

... Pero rápidamente mis ojos se dirigieron a una pequeña repisa sobre el cabecero de la cama, allí una decena de botellas de cerveza permanecían impasibles como restos de una pequeña colección.

Delirium tremens, Fruta prohibida, Piraat, Dominus, Franziskaner … Era como regresar al pasado. Algunas de aquellas botellas llevaba años sin verlas. La selección incluía una botella de una Young’s Oatmeal Stout y otra de La Trappe Tripel cuyas etiquetas hasta ese momento no tenía en mi colección.

¿Qué se podía encontrar en una casa abandonada en los años 90? Pues la cerveza que se bebía entonces en este país… aquellas “cervezas de importación” que nos llegaban desde Bélgica, Alemania, etc y que para muchos, entre los que me incluyo, fue el germen de nuestra afición cervecera.

Pero lo más sorprendente, tres botellas sin abrir, cuyo liquido elixir todavía estaba en su interior: una Grimbergen Optimo Bruno. Fecha Caducidad: 12/96, una Grimberben Dubbel. Fecha Caducidad: 09/96 y una Judas. Fecha Caducidad: 06/97. Auténticos tesoros para mi colección.




Analizando la estancia donde se encontraban, han tenido que sufrir importantes cambios de temperatura, la disposición de estas las ha tenido que exponer a la luz directa del sol que entra por la ventana… problemas añadidos al paso del tiempo.

Un día duro seleccionando y moviendo muebles y otros enseres. Al final de la jornada abrimos una de las botellas de vino del sótano… evidentemente estaba malísimo y se fue por el fregadero de inmediato.

La cuestión es ¿Qué hago con las botellas de cerveza?: ¿Las abro y las bebo? ¿extraigo las etiquetas para mi colección y tiro el contenido? ¿Las guardo llenas, como tesoro en mi baúl de las cervezas?



6 comentarios:

  1. Bébelas, afortunado. Y guarda la etiqueta si no la tienes.

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    1. Sí, todo el mundo me dice lo mismo... y sin probarlas no me quedo, jeje

      Aquella época la tengo cerveceramente hablando muy explotada, así que las etiquetas ya las tengo en mi colección, lo he comprobado hace un rato.

      Saludos!!!

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  2. Que entrada más intrigante, me ha gustado mucho. Si fuera el afortunado de encotrar semejante "botín" las abriría sin duda y a ver lo que el paso del tiempo hizo con ellas... :P

    Un saludo.

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    1. Soy un iluso, cuando mi amigo me dijo que el sótano estaba lleno de botellas me imaginaba un botín a lo grande... pero al final tampoco estuvo mal.

      Las beberé, eso seguro... o por lo menos lo intentaré. Empezaré por la Judas que es la que en principio menos me atrae.

      Saludos!!!

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  3. Beberlas sin duda y después escribir una crónica segunda parte a esta que me ha gustado tanto.

    Un saludo.

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    1. Sí Jose... las beberé o por lo menos lo intentaré y si merece la pena compartir por aquí la experiencia, habrá segunda parte de la crónica.

      Gracias compañero

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