Giró la llave en la oxidada puerta de fundición y al abrirla
emitió ese “chirrio” agudo y molesto propio de las mejores películas de terror.
- Suena como la puerta de un cementerio ¿estás seguro que has
comprado esto?
Ante nosotros una vieja casa indiana de finales del siglo XIX,
un jardín totalmente descuidado, en el que se adivinaba entre la maleza alguna escultura
mutilada. La fachada de la casa estaba llena de desconchones y alguna
contraventana a punto de caer. El tejado medio hundido. De nuevo miré a mi
compañero y le dije.
- Se parece a la casa de "El orfanato" – bromee - ¿será seguro
entrar ahí?
- La estructura está en perfecto estado y el interior está
mejor de lo que piensas… ya verás.
Palacio de Partarríu (Llanes). Casa donde se grabó "El Orfanato". |
Por un momento dudaba de si mi decisión de entrar en aquella
casa en ruinas era la correcta, pero esperaba conseguir mi recompensa. “El sótano está lleno de botellas” – me
había dicho para convencerme de que le ayudara en la tarea de limpieza y
selección de todo aquello que contenía.
La casa llevaba abandonada desde finales de los años 90 y
sus últimos inquilinos habían dejado bastantes de sus pertenencias, así que la
casa podía estar repleta de tesoros, sobre todo en ese sótano.
Sorprendentemente el interior estaba en bastante buen estado,
era como si se hubiese detenido el tiempo, los muebles y enseres, aunque
cubiertos de polvo estaban dispuestos como si todavía estuviese habitada.
Fijé mi vista en el mueble del recibidor:
- Por ese mueble conseguirás entre 1.000-1.200 € vi el otro
día uno igual en el programa de Drew Pritchard (*)
(*) Maestros de la restauración
(Salvage Hunters), donde Drew Pritchard experto en antigüedades y objetos
exclusivos recorre Inglaterra en busca de verdaderos tesoros que vender en su
tienda de antigüedades.
- ¿En serio? ¿Vale tanto?
- No, es broma…no vale nada, para tirar. Empecemos por el
sótano, quiero ver esas botellas de las que me has hablado.
En verdad, el sótano era digno de ver, los antiguos
inquilinos lo habían convertido en un verdadero bar. Hasta habían montado una pequeña
barra. Lo más interesante se encontraba en una de las paredes donde un
botellero esculpido en la pared contenía un buen número de botellas. Empezamos
a sacar una a una.
Creo que no ha habido suerte… vino cosechero y barato de
hace más de 20 años… dudo que ni siquiera se pueda beber.
Esperaba encontrar alguna botella de cerveza, algún tesoro
que incorporar a mí “Baúl de las Cervezas”
con varias décadas encima. Aquel lugar hubiera sido un lugar perfecto para su
conservación, pero como suele decirse “mi gozo en un pozo”, ni siquiera una
sola botella a la que le pudiese extraer una etiqueta para ampliar mi
colección.
Seguimos recorriendo habitación tras habitación
seleccionando aquellos muebles y enseres que todavía podían estar en buen uso y
aquellos que no lo estaban los fuimos sacando al jardín.
En realidad, ya había perdido la esperanza de encontrar nada
de interés en aquella casa. Entramos en una de las habitaciones del último
piso, una habitación que en tiempos debió pertenecer a algún joven, así lo
atestiguaba dos posters pegados en la pared…
... Pero rápidamente mis ojos se dirigieron a una pequeña repisa
sobre el cabecero de la cama, allí una decena de botellas de cerveza permanecían
impasibles como restos de una pequeña colección.
Delirium tremens, Fruta
prohibida, Piraat, Dominus, Franziskaner … Era como regresar al pasado. Algunas
de aquellas botellas llevaba años sin verlas. La selección incluía una botella
de una Young’s Oatmeal Stout y otra de La Trappe Tripel cuyas etiquetas hasta
ese momento no tenía en mi colección.
¿Qué se podía encontrar en una casa abandonada en los años 90? Pues la cerveza que se bebía entonces en este país… aquellas “cervezas de importación” que nos llegaban desde Bélgica, Alemania, etc y que para muchos, entre los que me incluyo, fue el germen de nuestra afición cervecera.
Pero lo más sorprendente, tres botellas sin abrir, cuyo
liquido elixir todavía estaba en su interior: una Grimbergen Optimo Bruno.
Fecha Caducidad: 12/96, una Grimberben Dubbel. Fecha Caducidad: 09/96 y una
Judas. Fecha Caducidad: 06/97. Auténticos tesoros para mi colección.
Analizando la estancia donde se encontraban, han tenido que sufrir importantes
cambios de temperatura, la disposición de estas las ha tenido que exponer a la
luz directa del sol que entra por la ventana… problemas añadidos al paso del tiempo.
Un día duro seleccionando y moviendo muebles y
otros enseres. Al final de la jornada abrimos una de las botellas de vino del sótano… evidentemente
estaba malísimo y se fue por el fregadero de inmediato.
La cuestión es ¿Qué hago con las botellas de cerveza?: ¿Las abro y las
bebo? ¿extraigo las etiquetas para mi colección y tiro el contenido? ¿Las
guardo llenas, como tesoro en mi baúl de las cervezas?
Bébelas, afortunado. Y guarda la etiqueta si no la tienes.
ResponderEliminarSí, todo el mundo me dice lo mismo... y sin probarlas no me quedo, jeje
EliminarAquella época la tengo cerveceramente hablando muy explotada, así que las etiquetas ya las tengo en mi colección, lo he comprobado hace un rato.
Saludos!!!
Que entrada más intrigante, me ha gustado mucho. Si fuera el afortunado de encotrar semejante "botín" las abriría sin duda y a ver lo que el paso del tiempo hizo con ellas... :P
ResponderEliminarUn saludo.
Soy un iluso, cuando mi amigo me dijo que el sótano estaba lleno de botellas me imaginaba un botín a lo grande... pero al final tampoco estuvo mal.
EliminarLas beberé, eso seguro... o por lo menos lo intentaré. Empezaré por la Judas que es la que en principio menos me atrae.
Saludos!!!
Beberlas sin duda y después escribir una crónica segunda parte a esta que me ha gustado tanto.
ResponderEliminarUn saludo.
Sí Jose... las beberé o por lo menos lo intentaré y si merece la pena compartir por aquí la experiencia, habrá segunda parte de la crónica.
EliminarGracias compañero