La princesita tenía un pelo largo y rubio. Era tímida y se sonrojaba
con facilidad. Pero por encima de todo tenía unos enormes ojos que siempre
parecían estar tristes. Me preocupaba verla así, yo le preguntaba ¿Qué te pasa? y nunca contestaba, en su lugar unas lágrimas brotaban de sus ojos azules.
Desde que había llegado al Baúl siempre había estado sola.
Sí, seguro que era eso, lo que se veía en sus grandes ojos era soledad, como si algo le faltara. Lo que necesitaba, era una amiga con quién jugar y divertirse. Una pena que Iris se hubiera marchado, hubiera sido una buena amiga... solo me quedaba la opción de la Duquesa, seguro que a pesar de la diferencia de edad harían buenas migas.
Así pues, le presenté a la duquesa, para que correteara
y jugara con ella y alejara la soledad de su vida. Pero no funcionó. No
era raro que me la encontrara sola, caminando entre los avestruces, o navegando
en la pannepot con la mirada perdida en los tres montes del horizonte.
Quizás le hacía falta un chico, así que pensé entre los más
apuestos del lugar. George, el boxeador, no, demasiado rudo para ella… con Gregorio no podía contar,
estaba convencido de iniciar su vida monacal… Claro! Lancelot!! ¿quién se puede
resistir a sus encantos? … Pero tampoco funcionó.
Un día, la descubrí en el molino, me acerqué lentamente sin
que se diera cuenta y la observe. Miraba fijamente una fotografía con lágrimas
en los ojos. Un ruido la sobresaltó y rápidamente guardó la fotografía en un
hueco de la pared. Cuando se fue, saqué la foto y pude ver la cara de un niño
de rubios cabellos y porte aristocrático.
Un día ojeando una web americana por fin pude entenderlo,…
allí estaba la misma imagen de la fotografía, era un príncipe!! Removí cielo y
tierra … para encontrarle, no era una empresa fácil, pero un día de diciembre,
sería casualidad que fuera San Nicolás, lo encontré. El príncipe que toda
princesa necesita, vivirían felices y comerián perdices y algún día serián reyes.
Y llegó el día, el joven principito estaba nervioso, se
notaba a medida que nos acercábamos al Baúl donde vivía la princesita desde que
llegó a casa y entonces el encuentro se produjo. La pequeña princesita
reconoció al príncipe de inmediato y empezó a correr hacia él mientras gritaba…. ¿hermanito?
Esta historia es ficción, el principito y la pequeña princesa
nunca llegaron a encontrarse, al menos en mi Baúl. Recibí la visita de Le Petit Prince hace unos
años, en el 2012. Fue una agradable sorpresa, ya que por aquel entonces era una
cerveza inaccesible aquí en Europa, creo que lo sigue siendo.
Elaborada por Jester King Brewery, era ligera y a pesar sus tan solo 2,9% de
contenido alcohólico, lograba un efecto afrutado y lupulado difícilmente
imaginable. Era cremosa, sabrosa y sabía a hierba.. a granja... una verdadera Saison.
Una de esas
cervezas que te hacen comprender por qué USA es una potencia mundial en esto de
hacer cerveza. En mis notas, añadía que fácilmente podría convertirse en mi
cerveza del “día a día” si fuera más accesible. Actualizando mis impresiones
creo que esta sería mi cerveza de sesión ideal.
Le Petit Princesse fue elaborada por primera vez en
Brasserie Thiriez en el año 2012 como fruto de la colaboración con Jester King
Brewery. Se trataba de repetir la misma fórmula pero utilizando la levadura de
la cervecera Thiriez. Llegó al baúl este verano tras mi paso por Esquelberq, donde se encuentra Brasserie Thiriez. El resultado me ha hecho recordar a aquel Le petit prince se parecen mucho, como dos hermanos gemelos y
aunque tampoco es fácilmente accesible espero que sea una cerveza que nunca
falte en mi baúl.