Quería comenzar la andadura de
este blog de cerveza, por el principio, con una entrada de carácter personal y
reflexionar ¿Por qué la cerveza? ¿Por qué escribir un blog sobre esta bebida?
Recuerdo la primera vez que probé
una cerveza, era una de esas tardes calurosas de verano. Como todas las tardes
mi abuelo se dirigía al frigorífico y sacaba uno de esos botellines y lo tomaba
plácidamente en el patio mientras conversaba, leía o simplemente observaba.
Aquella misteriosa bebida me
estaba prohibida… “Eres demasiado pequeño”, y como todo lo prohibido despierta
un interés inusitado, sobre todo cuando eres un niño y el mundo todavía es un
entorno por descubrir.
Un día, mi insistencia dio sus
frutos, o no. Por fin, mi abuelo me acerco aquella pequeña botella y esperó
atentamente a que tomara aquel sorbo, su cara denotaba cierta curiosidad pero a
la vez, reflejaba un gesto firme como si supiera el resultado de aquella
acción.
Evidentemente todavía recuerdo
aquel sorbo como algo “no placentero”, pero fue el comienzo, el amargor se
extendió rápidamente por toda la boca, además aquella bebida “escocía un poco”,
mientras miraba la cara sonriente de mi abuelo confirmando lo que él ya sabía,
“no te va a gustar… de momento” dijo.
No recuerdo la siguiente vez que
probé una cerveza, pero evidentemente pasaron unos años, ya en la adolescencia.
En aquellos años, más aficionado a los sabores “dulzones” comencé a beber las
típicas larger españolas de inconfundible carácter, hoy casi perdido, pero
pronto descubrí la Mort Subite Kriek más acorde a mis gustos juveniles, lejos
de quedarme ahí, fue la entrada a un nuevo mundo de sabores… las cervezas
belgas.
Un día descubrí una botella con
una etiqueta muy “chula” y decidí ponerla de adorno en mi habitación, a pesar
de la negativa de mi madre. Pronto tenía 4 o 5 botellas de cerveza vacías sobre
el escritorio, hasta que llegó el momento que la situación era insostenible.
Ni corto ni perezoso, cogí el
álbum de fotos de mi primera comunión y quité las 4 fotos que tenía en él, le
iba a dar mejor uso. Me pasé toda la tarde quitando las etiquetas de aquellas
botellas, este fue el comienzo de mi colección de etiquetas de cerveza, hoy con
más de 5.000 etiquetas archivadas en distintas cajas y álbumes de fotos.
Evidentemente, conseguir nuevas
etiquetas suponía probar nuevas cervezas y pronto me convertí en un pequeño
“experto” conocedor de las distintas variedades de este brebaje. Era simpático
no pocas veces volvía a casa con una o
dos botellas en los bolsillos para quitarles las etiquetas en casa
Compañero de aventuras cerveceras
siempre estaba Sarabia, que años más tarde abriría la cervecería “Una pica en
Flandes”. Aquellas tardes bebiendo unas “Judas” en cualquier terraza del casco viejo quedan imborrables en mi memoria. Después ampliaríamos nuestro abanico en las
mejores cervecerías de la región. Desde ese momento allá donde iba buscaba la
mejor cervecería de la zona. Recuerdo mi primera visita a “La cervecería
internacional de Sevilla” mi lugar cervecero favorito en España.
Y por supuesto, una vez que no te
queda cerveza sin probar en tú entorno, llega el salto internacional. En esto
tiene mucho que ver mi fiel amiga Inés, que desde que estamos juntos, siempre tiene
un huequecito de comprensión a mis visitas a lugares de culto cervecero,
siempre visitando las fábricas y cervecerías allá donde vamos, todavía recuerdo
nuestra primera visita a Bélgica y en especial a la Abadía de Sint Sixtus y la
fábrica de Cantillon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario